Volver al índice OOI 6 Parte 1 Cuba

Al inicio de la nueva crisis de la economía mundial capitalista, se pone al rojo vivo la cuestión cubana

El imperialismo y la burocracia castrista aceleran la consumación de la restauración capitalista en Cuba

Estamos en el umbral de nuevos acontecimientos y convulsiones históricas, como ha sucedido siempre que el sistema capitalista putrefacto, en esta época imperialista, fue sacudido por el crac y la crisis económica mundial.
Así, por ejemplo, el crac de Wall Street de 1987 significó el aceleramiento de la ofensiva imperialista contra los antiguos estados obreros deformados y degenerados, proceso que culminó en 1989 con la imposición de la restauración capitalista y el reciclamiento de la burocracia en burguesía.
Luego, la crisis económica y financiera mundial que, en sucesivas rondas, golpeara al planeta entre 1997 y 2001, acarreó acontecimientos históricos como la voladura de las Torres Gemelas, la guerra y la ocupación de Afganistán e Irak, la heroica revolución palestina, etc. Hoy, ante la crisis que ha comenzado, estamos en el umbral de acontecimientos y convulsiones del mismo o inclusive de superior calibre.
Entre ellos, la cuestión cubana que se ha puesto al rojo vivo, es una de las pruebas más agudas y definitorias que deberá enfrentar el proletariado americano y mundial en este nuevo período que se abre.
Es que, al calor de la nueva crisis, se ha acelerado enormemente el proceso de restauración capitalista en Cuba. No es casual: no hay que olvidar que el imperialismo salió del crac de Wall Street de 1987 por un lado con enormes inversiones del estado norteamericano en el aparato industrial-militar (la llamada “Guerra de las Galaxias” de la era Reagan),y por el otro, asociando al Citibank a Gorbachov y a la burocracia stalinista que ya se habían pasado al campo de la restauración, acelerando el proceso que desembocaría luego en los acontecimientos de 1989, y finalmente en la destrucción de los estados obreros –que ya en los ’80 estaban en total descomposición-, en la imposición de la restauración capitalista y el reciclaje de la burocracia en nueva burguesía. El desarrollo de fuerzas destructivas y la restauración capitalista en un tercio del planeta donde la burguesía había sido expropiada, fueron los dos factores fundamentales para que el imperialismo saliera de la crisis de 1987.
Como planteamos en las tesis en estas mismas páginas, China, Rusia y demás ex estados obreros en los que el capitalismo había sido restaurado a partir de 1989, jugaron el papel de una verdadera transfusión de sangre fresca para que el anciano moribundo que es el sistema capitalista imperialista mundial pudiera remontar la crisis de 1997-2001.
Hoy, de la misma manera, ante el inicio de la nueva crisis, el imperialismo yanqui que necesita redoblar su dominio sobre América Latina y desplazar de su patio trasero a sus competidores imperialistas, se apresta a hacerlo por la vía de terminar con el único estado obrero que, aunque en un grado agudísimo de descomposición por la política restauracionista de la burocracia castrista, aún sobrevive a 90 millas de su propia costa: Cuba.
La consumación de la restauración capitalista en la isla es el gran golpe que prepara la burguesía imperialista –junto a las burguesías nativas del continente, y la burocracia castrista que aspira a devenir en burguesía-, para terminar definitivamente hasta con el último vestigio de la heroica revolución que los obreros y campesinos pobres de Bolivia iniciaran en 2003 y que hoy ha sido expropiada; para que no queden ni rastros de los embates revolucionarios de las masas que sacudieron América Latina en el primer lustro del siglo XXI, para impedir que el combate que la clase obrera y los explotados han comenzado en Chile, en Perú y en México, termine por abrirse camino a la revolución; y también para disciplinar y desmoralizar a la propia clase obrera norteamericana que despertó en lucha contra la guerra de Irak.
De que se imponga la restauración capitalista en Cuba; del consecuente golpe histórico que ello significaría para la clase obrera norteamericana y de América Latina –donde el imperialismo podría estabilizar a todos los regímenes burgueses de su patio trasero- depende, en gran medida, que el imperialismo yanqui pueda salir de la crisis.

Una agudísima descomposición del estado obrero cubano, en el que ya coexisten dos economías

Cuba ha llegado a un estado extremo de descomposición como estado obrero, a grado tal que ya coexisten en la isla, simultáneamente, dos economías opuestas, que se excluyen una a otra históricamente: una economía capitalista; y una economía de transición en crisis y descomposición aguda.
El sector capitalista de la economía, que funciona bajo el completo imperio de la ley del valor, está compuesto por las empresas mixtas (monopolios imperialistas asociados a la burocracia) y directamente extranjeras que se han quedado con la explotación del níquel, el petróleo y el jugosísimo negocio del turismo y la hotelería. En este sector de la economía, rige el peso convertible (llamado popularmente “chavito”), que tiene un valor uno a uno con el dólar.
El “chavito” es un verdadero seguro de cambio para los monopolios imperialistas y sus inversiones en la isla –pagado, como veremos enseguida, gracias a la explotación, el sudor y las penurias de las masas. Las empresas extranjeras traen dólares, los cambian por “chavitos”, compran terrenos, maquinarias, pagan salarios, etc., y luego, cambian los pesos convertibles nuevamente a dólares, uno a uno, y se llevan de la isla miles de millones en repatriación de ganancias, royalties, patentes, etc.
Demás está decir que ésta es también la moneda que maneja la burocracia, que le permite no solamente gozar de todos los lujos y privilegios, sino también llevarse de la isla a paraísos fiscales como las Bahamas o las islas Caimán (bajo la forma de “empresas off shore”), cientos de millones de dólares con los que prepara su transformación en burguesía.
Al lado de este sector cada vez mayor de economía capitalista, coexiste el viejo sector de la economía nacionalizada –es decir, la economía de transición del estado obrero en descomposición aguda- totalmente obsoleto y con bajísima productividad, donde rige el viejo peso cubano devaluado, en el que cobran sus misérrimos salarios la amplísima mayoría de trabajadores y campesinos que no tienen acceso al peso convertible.
Así, la diferenciación social es cada vez más profunda, entre las capas ávidas de la burocracia que preparan su transformación en burguesía enriqueciéndose en forma cada vez más abierta y ostentosa; entre los “nuevos ricos”, clases medias y una minoría de aristocracia obrera que, trabajando en las empresas mixtas y extranjeras, tiene altos salarios en “chavitos”, prebendas y privilegios; y las amplias masas obreras y campesinas sujetas a enormes penurias cotidianas, al racionamiento, a viajar como ganado, a salarios de apenas 13 dólares mensuales, a vivir hacinados en viviendas derruidas, etc.
Este proceso de diferenciación social no hace más que acelerarse y profundizarse. El imperialismo y la propia burocracia saben perfectamente que, para consumar la restauración, habrá que enfrentar y derrotar a las masas y arrancarles sus conquistas, en momentos en que esta brutal diferenciación social y el enriquecimiento de la burocracia ya son visibles y palpables. Por eso, Bush y los yanquis han salido presurosos a llamar a las fuerzas armadas y de seguridad cubana a que consumen la restauración capitalista y se reciclen en burguesía, porque saben que la burocracia restauracionista sigue siendo aún una casta –y no es aún una clase sólidamente basada en la propiedad privada-, que como tal, se disgregaría rápidamente ante un embate revolucionario de las masas cubanas y a la lucha de la clase obrera de todo el mundo en defensa de las conquistas de la revolución cubana.

La polémica Fidel Castro, Petras y Celia Hart: una discusión entre dos variantes de la burocracia restauracionista sobre el mejor camino para consumar la restauración capitalista en Cuba

Sólo desde aquí se entiende el afán de la burocracia castrista –abiertamente apoyada y respaldada por el chavismo- por avanzar en consumar rápidamente la restauración capitalista en Cuba. Por ello, la burocracia castrista ha iniciado una abierta “perestroika” y se prepara a consumar la restauración por la “vía china”, manteniendo un férreo control del estado desde las Fuerzas armadas controladas por Raúl Castro –y que concentran, a la vez, las principales empresas mixtas y joint ventures con los monopolios imperialistas. Pero, a través de Petras –uno de los “intelectuales” del Foro Social Mundial, asiduo concurrente a las reuniones internacionales organizadas por los renegados del trotskismo, como fuera el caso del congreso de la CONLUTAS en Brasil en 2006-, el Foro Social Mundial le recomienda a los hermanos Castro que sigan el camino de Gorbachov y a su “perestroika” restauracionista la sazonen con unas gotas de “glasnost”, de “democracia”, como una forma de alertarlos de que el acelerado enriquecimiento de la burocracia y su cada vez más desvergonzada ostentación pueden terminar provocando la irrupción de la amplia mayoría de trabajadores cubanos que sobreviven apenas con salarios de 13 dólares al mes.
Esta abierta discusión al interior mismo de las fuerzas restauracionistas –con un ala que pugna por una “vía china” y otra que pregona una política gorbachoviana-, es en sí misma una confesión de parte de que la burocracia ya está en la recta final de la consumación de la restauración capitalista.

Petras recomienda ponerle a la “perestroika” castrista unas gotas de “glasnost” gorbachoviana

Petras, para recomendarle a la burocracia que le agregue unas gotas de “democracia” al proceso de restauración capitalista, tiene que desarrollar extensamente la situación de la economía y las masas explotadas de Cuba, desenmascarando así –aunque ese no era en absoluto su objetivo- el aceleramiento del proceso de restauración capitalista y las terribles penurias que ello significa para las masas. Así, dice Petras: “La promoción del turismo como eje de la recuperación económica fue el uso más rápido, fácil y racional del clima natural de Cuba para compensar la depresión económica, la falta de capital y el aislamiento político. (…) Sin embargo, al cabo del tiempo el turismo dio lugar a distorsiones muy importantes en la economía: los salarios de los empleos de poca o ninguna calificación relacionados con el turismo excedieron con mucho a los de científicos de elevada formación, médicos, trabajadores calificados y trabajadores agrícolas entre otros. Además, las “empresas mixtas” en el sector del turismo llevaron a la creación de una nueva burguesía burocrática rica y al auge de las desigualdades. Igual de perjudicial, la entrada masiva de turistas resultó en el crecimiento de un lumpenproletariado, prostitutas, narcotraficantes y otras formas de pícaros no productivos cuyos ingresos ilícitos excedían a los de trabajadores, empleados y profesionales. Este grupo desarrolló redes con hoteles, restaurantes y gerentes de clubs nocturnos, que apoyaron la corrupción y pusieron a prueba los valores revolucionarios.
(…) la producción agropecuaria, en especial la de productos alimenticios, declinó significativamente y sobre todo su disponibilidad para la población local, lo cual facilitó los mercados negro, gris y “libre”. Cuba se convirtió en un país dependiente de alimentos del exterior.
(…) Mientras Cuba canalizaba de forma eficaz grandes inversiones de capital hacia el turismo, la biotecnología y otros sectores productivos, ha descuidado su sector de la vivienda, lo cual ha creado una lista de espera de 10 años para más de un millón de familias. El déficit de viviendas es una de las fuentes más importantes del descontento entre el pueblo cubano (…) Aunque el gobierno ha anunciado un programa para construir 100.000 casas y apartamentos por año, dicho programa adolece de mala gestión (demoras burocráticas), robo de materiales de construcción por funcionarios, baja productividad y un suministro inadecuado de materiales.
(…) muy inadecuado sistema de transporte público -de personas y de artículos-, por lo menos en lo relativo al mercado nacional. Largas colas en las paradas de las guaguas, falta de puntualidad, guaguas abarrotadas, camiones “convertidos” en transporte público (los arriñonados “camellos”) y combustibles muy contaminantes han dado lugar a un malestar crónico. La tardanza en el trabajo, debida al inadecuado transporte público, ha contribuido a la baja productividad y, a veces, es una excusa “legítima” para el absentismo.
(…) Igualmente, las “pérdidas” que se producen durante el transporte de artículos desde los productores a los consumidores han generado una escasez crónica de productos alimenticios, materiales de construcción y petróleo. La corrupción, el robo generalizado, la falta de coordinación y la supervisión inadecuada son en gran parte culpables, así como la ausencia de mecanismos de control político de los consumidores y los trabajadores concienciados.
(…) Salarios bajos, débil motivación, falta de disciplina de trabajo y escasa productividad constituyen un ciclo que ha afectado de forma cruel a los servicios, la manufactura y la agricultura…
Durante los tres últimos años, los salarios se descongelaron después de casi dos décadas y se concedieron algunos aumentos relativamente grandes. Pero en comparación con los aumentos en el precio de la electricidad doméstica, los alimentos (buena parte de los cuales deben comprarse en el mercado “libre”), la ropa y otras necesidades indispensables, los aumentos salariales están por debajo de lo necesario para estimular una mayor productividad.
(…) Las desigualdades han aumentado a causa de las “bonificaciones” no oficiales a altos funcionarios que trabajan en empresas con participación extranjera, en el comercio exterior y en la economía del dólar/euro.
(…) La corrupción oficial y el robo público concentran los ingresos en manos de los operadores del mercado negro, aumentando la desigualdad y erosionando la moral laboral de los trabajadores honrados. (…) Las desigualdades sociales han creado (…) una clase de nuevos ricos que abrazan la ideología liberal.” (Todas las citas del artículo “Cuba: Revolución Permanente y contradicciones contemporáneas. Análisis sobre los errores de la Revolución Cubana. Un ejemplo para Venezuela”, de James Petras y Robin Eastman-Abaya, publicado el 10/09/07. Negritas nuestras).
Tan sólo por escribir esto, la burocracia castrista, a través de Fidel Castro directamente, salió a decirle “contrarrevolucionario”, en su artículo “Superrevolucionarios”. La rabia y virulencia con que sale a responderle Castro se explican por el hecho que, en el afán de defenderla, Petras termina por mostrar ante el mundo cómo se está enriqueciendo la burocracia castrista, dejándola al desnudo.
Pero, por más que Castro se enoje, Petras demuestra no ser más que un consejero de la burocracia. Porque todo lo que Petras recomienda a la burocracia, es que introduzca algunas reformas que “democraticen” el asfixiante régimen político y que establezcan mecanismos de control de las masas sobre los dirigentes y la economía.
Veamos. Dice Petras que, contra la corrupción oficial y el robo público, “El castigo de altos funcionarios es necesario, pero insuficiente. Lo que requiere reformas de un modo especial es la creación de un nuevo sistema de responsabilidad pública basado en autoridades independientes de contraloría, comisiones de supervisión de consumidores y trabajadores con el poder de “abrir los libros”. El control por los trabajadores y profesionales no eliminará por completo la corrupción, pero cuestionará a las autoridades mediante estudios independientes periódicos. (…) Una mayor responsabilidad de la dirigencia es necesaria, pero no suficiente. Tiene que haber control y vigilancia de comisiones autorizadas desde la base y de una oficina paralela independiente de contraloría general” (negritas nuestras).
En relación a las desigualdades sociales, Petras, plantea que las mismas no sólo son “…el resultado de fuerzas de mercado, la corrupción y el turismo” sino también “de la concentración del poder político en la administración y la dirección de la economía y la disposición de los gastos públicos”. Y por ello, propone que, para luchar con la “nueva clase” –es decir, los nuevos ricos- es necesario “un nuevo sistema de representantes elegidos que supervise las asignaciones del presupuesto a los diversos ministerios y tenga poder para convocar a funcionarios responsables a audiencias televisadas para que exista una responsabilidad pública estricta, cuando sea necesario”.
Queda absolutamente claro que Petras no está por poner fin a las causas de semejante situación de las masas cubanas que él mismo describe con crudeza, sino tan sólo por morigerar y controlar sus consecuencias. En absoluto plantea que hay que terminar ya con las dos economías –renacionalizando sin pago y bajo control de los trabajadores todas las empresas mixtas o extranjeras, reimponiendo el monopolio del comercio exterior y una planificación verdaderamente democrática de la economía decida por los trabajadores.
Nada dice de terminar con el pérfido sistema de las dos monedas cuando es precisamente el chavito el que permite que la expoliación de Cuba por parte de los monopolios imperialistas y el enriquecimiento de la burocracia y el surgimiento de los “nuevos ricos” de los que Petras habla.
No plantea que hay que terminar con todos los privilegios de la burocracia, y en primer lugar, con la desigualdad salarial, terminando con los salarios diferenciales, premios por producción y demás, e imponiendo el principio básico de que a igual trabajo, el obrero reciba igual salario –sea que trabaje en una empresa mixta, extranjera o en el sector aún nacionalizado de la economía- y un salario mínimo, vital o móvil al nivel del costo de la canasta familiar real –y no de las míseras cuotas de racionamiento decididas por burócratas ricos en lujosos salones.
Si el propio Petras desnuda la enorme desigualdad social y la terrible situación de los trabajadores, ¿Por qué no propone que haya libertad de organizar sindicatos, para que los obreros puedan defenderse de los nuevos patrones de las empresas privadas y mixtas, y también de los abusos de la burocracia en las empresas que siguen siendo 100% estatales?
Petras habla de la necesidad de un “comisiones desde la base” y “un nuevo sistema de representantes elegidos” para que “controlen”, “supervisen”, “exijan informes, etc.”… a la burocracia restauracionista que usurpa el poder y oprime a los trabajadores y campesinos, y no que se imponga la verdadera democracia, la democracia obrera de los consejos de obreros, campesinos y soldados armados, cuestión que sólo puede conquistarse derribando –y no “controlando”- a la burocracia restauracionista.
De la misma manera, habla de “supervisión”, “debates públicos”, “referéndums”, “publicación de las cuentas públicas y de los gastos de los funcionarios” –es decir, una política gorbachoviana de glasnost que significa “transparencia” en ruso- pero se cuida muy bien de mencionar siquiera que en Cuba se mantiene un feroz régimen de partido único, donde los únicos que tienen “democracia” para hablar y organizarse son los burócratas del partido comunista, del estado y las Fuerzas Armadas, y la burguesa y contrarrevolucionaria iglesia católica, derecho que no tienen los trabajadores, campesinos, estudiantes y soldados. Nada dice Petras de esto, y menos que menos, de que sean las propias masas las que decidan, mediante la democracia obrera más amplia, qué partidos reconocen como “legales” siempre y cuando sean partidos que defiendan la revolución.
De todo esto, nada dice Petras. Y no es casual: si lo planteara, estaría levantando para Cuba el programa de la revolución política del trotskismo, es decir, llamando a las masas a levantarse para derrotar a la burocracia y su política restauracionista. Nada más lejos de las intenciones de Petras: lo que quiere no es derrocar a la burocracia, sino colaborar a salvarla, aconsejándola sobre qué reformas introducir para descomprimir el descontento de la amplia mayoría de obreros y campesinos, para impedir un estallido de las masas que se interponga en el camino de la consumación de la restauración en la isla.

Petras defensor del “socialismo en una sola isla” eso sí… “con democracia”. Tras los pasos del morenismo de los ‘80

Pero además, para Petras, las medidas que él propone tienen el objetivo de fortalecer la “revolución cubana y su economía socialista”, por fuera de toda relación con la revolución latinoamericana y norteamericana. Por ello, aunque en el título de su artículo hable de la “revolución permanente”, queda claro que, como en los ’30 lo fueran los llamados “amigos de la URSS” –esos intelectuales occidentales que glorificaban el “socialismo” de Stalin en la URSS-, en la actualidad, los “amigos de Cuba” son acérrimos defensores de esa utopía reaccionaria que es el “socialismo en un solo país”, doblemente reaccionaria en una sola isla. En definitiva, Petras propone medidas para “profundizar” el “socialismo” en una sola isla, agregándole… “democracia”.
Pero esta fórmula de “socialismo más democracia” en los límites de Cuba, no es un invento de Petras: este intelectual norteamericano no hace más que ir tras los pasos del morenismo de los ’80 que tuvo el triste mérito de acuñar la “definición” de que el socialismo podía reducirse a… “Cuba más democracia”.
Por eso, no sorprende en lo más mínimo que Petras sea ideólogo e invitado permanente a todas las actividades que impulsa la LIT-CI (que, bajo la batuta de la burocracia castrista, está rejuntando a los restos del morenismo estallado para poner en pie diques de contención), como se viera ya en el congreso de fundación de CONLUTAS (CONAT) de mayo de 2006, cuya mesa estaba presidida “casualmente” por Petras… y por Celia Hart.
El MAS de los ’80 como partido centrista legal del régimen que era, terminó de estallar por los aires en 1992, después de haber estado abrazado al stalinismo vernáculo en su alianza Izquierda Unida en momentos en que, en la URSS, Alemania Oriental, Rumania, Polonia, China y demás estados obreros en descomposición, las masas se levantaban contra la burocracia y las terribles consecuencias de su política restauracionista.
Todo un símbolo del desbarranque definitivo del morenismo y del estallido del mismo que se preparaba, fue aquel bochornoso espectáculo que diera en 1990 Silvia Díaz –figura pública entonces del MAS en Argentina- intentando explicar en un programa de televisión, en medio del proceso de consumación de la restauración capitalista en la URSS, China y el este de Europa, cuál era el “socialismo” por el que luchaba el MAS, que terminó con la diputada burguesa Adelina D´Alessio de Viola interrumpiéndola al grito de “Socialismo, ¡las pelotas”!
Pero hoy no estamos frente a corrientes centristas burocráticas como era el MAS de los ’80. Hoy, los renegados del trotskismo como los de la LIT, ya se han pasado abiertamente al campo del reformismo y se han puesto bajo la órbita y disciplina de la burocracia castrista, a través de los “amigos de Cuba” como Petras que ha devenido en un verdadero “teórico” de la restauración capitalista, eso sí… “con democracia”.

La impostora Celia Hart Santamaría, agente directa de Fidel Castro

Frente a la virulenta respuesta de Castro contra Petras, tercia en el debate la impostora Celia Hart –ante la que se prosternan todos los renegados del trotskismo. Demás está decir que Hart Santamaría sale a apoyar, primerísimamente, la posición de Fidel Castro, a la que define como “no sólo cargadita de advertencias, sino mucho más que oportuna” (“El Che, Trotsky y mi reflexión favorita de Fidel”, 11/09/07, Celia Hart Santamaría).
Una vez ubicada con claridad en la trinchera de su jefe Castro, Hart Santamaría se dedica a tratar de “calmar” a Castro y a la burocracia restauracionista, recordándoles que Petras no es “el enemigo” sino que, por el contrario, es alguien que ha rendido muy buenos servicios a la causa de la burocracia castrista.
Así, dice: “Mas en algo se equivoca Fidel. Los que plantean las recetas de la perestroika, y salidas liberales, porque de neo nada tienen, (lo dijo el Che hace más de cuarenta años en las narices de las potencias socialistas) no son de extrema izquierda. Extrema izquierda es Fidel Castro, o mejor que extrema, es la izquierda radical. En mi trabajo “A la izquierda de Fidel está el barranco” lo expreso más o menos así”.
Y continúa más abajo: “Pero ahora en vista de tanta algarabía saltó mi Comandante a explicar la obviedad, aunque sigo sin perdonarle que llame ultraizquierdistas a los que proponen medidas mediatizadas bien de derecha para salvar la revolución cubana.
Y el peligro no está en el amigo James Petras. Petras (según mi criterio) se equivoca en algunos puntos esenciales en su artículo Cuba: Revolución permanente.... pero es un intelectual ¡de los pocos! que estuvo con Cuba en aquel episodio de los fusilamiento a los que ponían en riesgo la seguridad del país. No concordamos en muchos aspectos; con su enfoque demasiado exigente con los procesos revolucionarios del continente (…) También desenfoca Petras el proceso de la revolución cubana. Pero Petras no es un reformista. Petras se ha sumado a todas las campañas a favor de la revolución cubana, y es un marxista comprometido, pero con una visión a veces un tanto sectaria y terminalista.
Lo digo porque he coincidido con él en más de un evento y hemos podido discutir horas de horas sobre estos temas. James Petras no es el peligro, con sus criterios encontrados no ha dejado de apoyarnos en una sola de nuestras luchas. (…)” (ídem, negritas nuestras).
De esta manera, Hart sale a recordarle a Fidel que, pese a las diferencias, Petras es “uno de los suyos”, un intelectual al servicio de la burocracia castrista, y de todas direcciones traidoras y reformistas –incluida el “ala izquierda” del Foro Social Mundial en la que conviven hoy populistas/castristas y renegados del trotskismo- que estrangularon la revolución argentina, que expropiaron las revoluciones ecuatoriana y boliviana, que expropiaron la lucha antiimperialista de las masas venezolanas; que contuvieron el despertar de la clase obrera norteamericana llevándola a subordinarse a los carniceros imperialistas del Partido Demócrata, etc. En fin, Hart le recuerda a Fidel que Petras es un intelectual e ideólogo de esos “movimientos sociales” que estrangularon el “ensayo general revolucionario” que protagonizó el proletariado latinoamericano en el primer lustro del siglo XXI, sin lo cual la burocracia no podría hoy pensar en terminar de consumar la restauración capitalista en Cuba y reciclarse en burguesía.

Los renegados del trotskismo, a los pies de la burocracia restauracionista en sus dos variantes.
La bandera de la lucha por la revolución política para derrotar a la burocracia, impedir la restauración capitalista y transformar a Cuba en un bastión de la revolución americana y mundial, ha quedado definitivamente en las manos de los trotskistas internacionalistas

Pero para consumar la restauración capitalista en Cuba, el imperialismo la burocracia deberán primero “ponerle el cascabel al gato”, es decir, vencer la resistencia antiimperialista de las propias masas cubanas; vencer al proletariado latinoamericano y también, a la propia clase obrera norteamericana. Al destino de Cuba, entonces, está hoy atado el futuro de la revolución latinoamericana y norteamericana, un eslabón decisivo de la revolución proletaria mundial.
El único programa que puede salvar las conquistas de la revolución cubana e impedir la restauración capitalista, es el programa de la lucha por el triunfo de la revolución latinoamericana, norteamericana y mundial e inseparablemente unida a la misma, por la revolución política en Cuba que derrote a la burocracia restauracionista e imponga la verdadera democracia obrera, la de los consejos armados de obreros, campesinos y soldados rojos, único gobierno que puede poner a Cuba como un bastión de la lucha por la revolución mundial.
Por ello, es tarea de la vanguardia proletaria conciente de América y del mundo, enfrentar implacablemente y luchar por derrotar la política contrarrevolucionaria que impulsa a nivel internacional la burocracia restauracionista, política de colaboración de clases sostenida, difundida y aplicada en el continente y en el mundo por las direcciones organizadas en el Foro Social Mundial. Su tarea es luchar por romper toda subordinación de la clase obrera del continente a la burguesía, y por unificar las filas de los obreros y campesinos cubanos con el de la clase obrera y los explotados de Centroamérica, de México y Sudamérica, y con su batallón más poderoso, la clase obrera norteamericana. ¡Ese, el de la centralización del combate de la clase obrera norteamericana y latinoamericana en una lucha común contra el imperialismo y las burguesías cipayas que son sus sirvientes, es el camino para romper el cerco que el imperialismo con su bloqueo; y desde adentro, la burocracia castrista con su política restauracionista, le han impuesto a Cuba!
Solamente la clase obrera y explotados de América Latina, de Estados Unidos y del mundo, rompiendo toda subordinación a la burguesía, y avanzando en el camino de la revolución, pueden salvar a Cuba. Porque una Cuba verdaderamente revolucionaria, en la que los obreros y campesinos, con una revolución política triunfante, se hayan desembarazado de la burocracia restauracionista, sólo podrá mantenerse como parte de los Estados Unidos Socialistas de Centroamérica y el Caribe, que serían, a la vez, una palanca decisiva para conquistar la unidad con el proletariado norteamericano, y para abrir el camino de la revolución obrera y socialista en los Estados Unidos.
Esta tarea es inseparable de la lucha por derrotar a la burocracia castrista y su política restauracionista, lo que significa poner fin, en primer lugar, a todos los privilegios de la burocracia parásita y a la desigualdad social y salarial. ¡Basta de desigualdad salarial y social! ¡Basta de privilegios, rangos, medallas y condecoraciones! ¡Abajo los salarios diferenciales y los premios por producción en las empresas mixtas y los monopolios imperialistas! ¡A igual trabajo, igual salario en todos los sectores de la economía! ¡Basta de parásitos!: todos los burócratas deben ir a trabajar, cobrando el salario medio de un obrero y en pesos cubanos.
Los obreros cubanos tienen el derecho de defenderse de la explotación de los nuevos patrones en las empresas mixtas y privadas, y de los abusos de la burocracia restauracionista en las empresas estatales: ¡hay que imponer la libertad de organizar sindicatos!
En segundo lugar, hay que poner fin a las “dos economías” y a las dos monedas, reimponiendo el monopolio del comercio exterior en todos los sectores de la economía, una economía planificada en el conjunto de la isla, discutida y decidida democráticamente por los obreros y los campesinos, y una moneda única que refleje la real productividad del trabajo del conjunto de la economía cubana. Es necesario terminar con el secreto comercial con el que se garantiza esconder tanto las fabulosas ganancias de los monopolios imperialistas, como la propiedad y las ganancias que se está quedando la burocracia y que se esconden tras las acciones de las “sociedades anónimas”. Hay que imponer el control obrero en todas las ramas de la producción, comenzando por las nuevas “sociedades anónimas” y empresas mixtas, en el camino de imponer la renacionalización completa sin indemnización y bajo control obrero de dichas ramas, y reconquistar la propiedad nacionalizada.
Los obreros, campesinos, los soldados, la amplia mayoría de la población cubana que está dispuesta a dar la vida defendiendo las conquistas de la revolución, deben poder discutir, debatir y decidir democráticamente sobre su propio destino: ¡por consejos de obreros, campesinos y soldados, donde sólo tenga lugar la amplia mayoría que no tienen privilegios ni prebendas, que tomen en sus manos la resolución de sus problemas, que decidan democráticamente cómo enfrentar el bloqueo, qué sacrificios –e inclusive qué concesiones circunstanciales- están dispuestos a hacer. Que tomen en sus manos efectivamente la defensa militar de la isla ante toda agresión imperialista, garantizando el armamento de todo el pueblo –un fusil para cada obrero, cada campesino, cada soldado rojo-, único camino para expulsar a los yanquis de Guantánamo y terminar con la ignominia de esa cárcel de Bush y los Republicratas en la que, a apenas kilómetros de La Habana, se pudren cientos de luchadores antiimperialistas en las garras del imperio.
¡Abajo el régimen de partido único de la burocracia y el PC! Los obreros y campesinos que defienden la revolución tienen todo el derecho a organizarse y agruparse, a expresar sus ideas, etc.: ¡que sean ellos, en consejos de obreros, campesinos y soldados, los que decidan democráticamente qué partidos reconocen como legales, con el único requisito que demuestren defender las conquistas de la revolución!

Este programa, conquistado por la IV Internacional en los ’30, ha sido abandonado definitivamente por los renegados del trotskismo que la destruyeron. Ellos ha adoptado, en su lugar, el viejo programa stalinista de colaboración de clases, de “revolución por etapas”, de “socialismo en su solo país” que hoy, a principios del siglo XXI, puede resumirse como el programa de la “revolución bolivariana”, que tiene sus dos baluartes centrales en el “socialismo de mercado” y en el “frente democrático”.
La bandera de la lucha por la revolución política para derrotar a la burocracia, impedir la restauración capitalista y transformar a Cuba en un bastión de la revolución americana y mundial, ha quedado definitivamente en las manos de los trotskistas internacionalistas. La lucha por que dicho programa hoy se haga carne y sangre en el proletariado cubano, norteamericano, latinoamericano y mundial, es la tarea decisiva de la hora para salvar a Cuba de la restauración capitalista. Pero ese programa sólo podrá hacerse carne y sangre si vuelven a ponerse en pie el partido mundial de la revolución socialista bajo el legado y las banderas del Congreso de 1938 de la IV Internacional, y su sección en el continente americano, un partido revolucionario obrero e internacionalista unificado desde Alaska a Tierra del Fuego, que realice la unificación proletaria continental.
Únicamente como subproducto de este combate, y como parte de este organismo revolucionario continental, podrá ponerse en pie en Cuba un partido obrero, revolucionario e internacionalista, el único que, con el programa de la IV Internacional y su lucha por la revolución política que han pasado la prueba de la historia, podrá conducir al triunfo a la clase obrera y los campesinos cubanos. En este combate ponemos todas nuestras fuerzas los revolucionarios internacionalistas de la Fracción Leninista Trotskista.

Silvia Novak